El amor, un sentimiento raro y oscuro, que comienza
conociendo a otra persona, pero es un tema que es más complicado que eso.
Se parece un poco a las instrucciones que nos dan en un avión,
que cuando caen las mascarillas, no importan los demás, solo hace lo posible
para tratar de salvarte tú. Si llevamos este ejemplo a nuestro tema principal,
el concejo seria, que uno se quisiera un poco primero, para luego salir a
buscar a alguien que nos quiera un poquito más que eso.
El dilema es que muchas veces por ese maldito temor a estar
solo o envejecer y no encontrar a nadie, confundimos el amor con el no
sentirnos solos. Claro el no sentirnos solos, pues bueno ese espacio lo puede
llenar cualquiera desde un amigo hasta un pelafustán que lo único que querrá es
sacar un momento de provecho con la persona que desesperadamente y sin ver bien
el camino confunde el amor con la compañía.
Es que en esos momentos cuando nos sentimos solos, dejamos
que nuestro cerebro racional haga el trabajo que solo puede ser sentido por el corazón.
Es que racionalmente para no quedarnos ni sentirnos solos es que buscamos inconscientemente
desesperados a una pareja la cual por no querernos primero a nosotros mismos,
terminamos aceptando a cualquiera que con un montón de defectos decimos, “Bueno
pero es un detalle podrá cambiar”.
Es por eso que cuando uno aclara el camino y decide
respetarse, quererse y entender lo que cada uno valemos es cuando recién podemos
vivir felices aprendiendo a vivir con nuestra soledad para no temerle y poder
vivir feliz con alguien, aceptando solamente lo que uno quiere y no lo que
llega.
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